La ‘titulitis’ en el turismo

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Los recientes escándalos sobre la falsificación, plagio o invención de títulos universitarios delatan la incapacidad de los gobernantes españoles en adaptarse a la nueva realidad tecnológica, económica, social y, también, política. Cristina Cifuentes, presidente de la Comunidad de Madrid, o Carmen Montón, ministra de Sanidad, ha tenido que dimitir por supuestos fraudes en la Universidad JuanCarlos I. Mientras que Pablo Casado, presidente del PP, Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, han estado bajo sospecha de lo mismo.

La denominada ‘titulitis’ es un mal endémico en España. No, desde luego, como expresión de un deseo por saber mucho y estar bien dotado intelectualmente para afrontar las tareas políticas y sociales. La titulitis representa una cúspide en la jerarquía de la influencia que nos remonta a tiempos pretéritos en que los blasones nobiliarios y la hidalguía revelaban la buena posición social del ciudadano. Un título era, si es que no lo sigue siendo en la actualidad, el capital social que otorgaba el acceso a los centros de poder políticos o económicos. Sin este bruñida distinción había que ser torero o futbolista de éxito para entrar a formar parte de la élite a la que todos sueñan con pertenecer, aunque lo escondan en público.

Antaño, el título nobiliario o militar lo significaba todo. A mediados del siglo XX, con la nobleza de capa caída y la milicia sin guerras que ganar, el privilegio lo daba una licenciatura universitaria, medallas olímpicas aparte. Pero hoy, más que una carrera universitaria asequible a todo el mundo, el pedigrí se reconoce por un máster, un doctorado o, el non plus ultra, un PhD en una universidad de la Ivy League norteamericana. Convengamos en que esta fiebre de prebendas universitarias refleja mejor que otras titulaciones sanguíneas el mecanismo de promoción social definido por la meritocracia. Esto es, la posición jerárquica basada en el merecimiento en virtud del talento, educación, competencia o aptitud específica para un determinada función social.

¿Qué es lo que tiene entonces de añeja la titulitis? Su obsolescencia en esta nueva era digital, donde la utilidad del trabajo humano ya no está definida por su nivel de conocimientos —muy inferior al que poseen Google y la inteligencia artificial—, sino por su adaptación al proceso de aceleración tecnológica que vivimos y nos hace avanzar hacia el futuro. Porque no basta tener un título universitario. Los requerimientos de la industria digital y la gestión del conocimiento pasan por exhibir—no en un curriculum vitae, sino en el cronograma de LinkedIn— las mil y una titulaciones que acreditan nuestras competencias en las distintas materias que nos tocará gestionar a lo largo de nuestras vidas.

La obsolescencia de los estudios turísticos se hace patente en cada una de las instituciones docentes, universidades, escuelas de negocios o institutos profesionales a las que acudo con regularidad para exponer mi ideario sobre el futuro del turismo y los viajes. En todas ellas importa la disciplina académica más que las habilidades de los estudiantes. Importa más el syllabus reglado que las competencias profesionales de sus alumnos. Acreditaciones viejunas como la del abogado, el contable, el ingeniero de caminos, el arquitecto o el técnico de turismo.

¿Técnico en turismo? Sí, como si las necesidades de las empresas turísticas actuales pudieran quedar resumidas en un grado genérico. Ese título que sirve para todo, lo mismo para dirigir un hotel que para gestionar una agencia de viajes o ejercer de guía turístico. Como si todo se trabajase con similares herrramientas. Así observamos, por ejemplo, cómo los estudios superiores de Grado de Turismo que la UNED imparte en el ámbito del Espacio Europeo de Educación Superior se compone de 240 créditos ECTS obtenidos en 16 departamentos con los siguientes estudios: Análisis Económico / Economía de la Empresa y Contabilidad / Organización de Empresas / Economía Aplicada / Teoría Económica y Economía Matemática / Economía Aplicada y Estadística / Economía Aplicada e Historia Económica / Filologías Extranjeras y sus Lingüísticas / Filología Francesa / Filología Clásica / Derecho Administrativo / Derecho Mercantil / Geografía / Historia del Arte / Sociología I / Sociología III.

Obviamente, el saber no ocupa lugar. Pero, ¿dónde figuran aquí esas competencias con las que sueña cualquier empresario hotelero? En las materias objeto de enseñanza no se ven por ningún lado la didáctica de la programación, el liderazgo, la analítica de grandes datos, el manejo de sensores digitales interconectados, el lenguaje de comunicación robótica, las neurociencias de la hospitalidad, el marketing digital, los rudimentos biomédicos imprescindibles para el desarrollo de una estrategia turística antiaging, la gestión de presencia en redes sociales, la atención en plataformas de reputación compartida, el Blockchain, el mercado de criptomonedas, los medios de pago futuro, la captación y retención de talento, la organización de eventos, el diseño de espacios turísticos, la geolocalización, el posicionamiento online, el análisis predictivo, el aprendizaje automático, el desarrollo de liturgias de servicios, la economía colaborativa, la modelización del transporte futuro,la gestión de destinos inteligentes, los intercambiadores turísticos, el triple balance de la sostenibilidad y un largo etcétera de contenidos que valdrían cada uno de ellos por sí mismo un título.

En el futuro no va a haber técnicos en turismo, ni guías turísticos, ni recepcionistas, ni directores de hotel. En el futuro, los emprendimientos relacionados con el turismo y los viajes ocuparán a unos profesionales con competencias para gestionar la experiencia del cliente y la colaboración primaria entre el hombre y la máquina. De nada servirá ser abogado o médico. La demanda exigirá la acreditación en plataformas tipo LinkedIn de varias decenas de titulaciones que permitan configurar una o varias competencias específicas para cada proyecto, habilidades a cientos y todas muy flexibles en su adaptación a las distintas circunstancias de mercado y personales. Es un verdadero despilfarro el sacrificio de cuatro años de estudio y los medios económicos pertinentes en la obtención de un título cuyas tres cuartas partes de los contenidos no servirán quizá para ejercer en el cometido concreto de un emprendimiento turístico. Lo rentable, y lo motivador para el estudiante, no es el logro de una carrera sino de cien titulaciones abordadas a la medida de cada uno.

Porque en la industria turística de las próxima décadas nadie nos preguntará quiénes somos, sino qué sabemos hacer.

Fernando Gallardo |

2 comentarios en “La ‘titulitis’ en el turismo

  1. Muchísimas gracias por el artículo. Las empresas y empresarios buscan a personas que obtengan resultados, por tanto los títulos en muchos casos no garantizan resultados. Es mucho más importante la aptitud, las ganas de adaptarse al entorno y a los medios, que tener un título universitario o máster que en la mayoría de los casos, en poco tiempo quedan obsoletos. Además de que las materias que se dan en las universidades o máster a veces son tan genéricas que resultan ser la base de unos conocimientos que luego cada persona debe de mejorar y especializarse.
    Saludos desde Consuegra, MARÍA ANGELES

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