
Ciertamente, uno de los fenómenos más disruptivos del turismo en la próxima década será el de los viajes en vehículos robóticos. Automóviles, en la precisa aserción del término. No solo porque el parque automovilístico estará llamado a menguar, dado que estos artefactos no dejarán de circular, lo que llevará a la inutilidad de las aceras como aparcaderos privados, así como un gran mayoría de estacionamientos públicos subterráneos y en superficie. No solo porque los profesionales de transporte de pasajeros, como los taxistas, y de mercancías, como los camioneros, se quedarán inexorablemente sin trabajo. No solo porque el tráfico robótico tenderá a ser más confortable y más seguro de todo punto de vista, lo que ahorrará cada años la ingente cifra de más de un millón de víctimas mortales. Sino también porque la automatización vehicular exigirá una extraordinaria inversión en infraestructuras públicas, aún mayor que la acaecida desde la sustitución del caballo por el automóvil, si tomamos en consideración el diseño de una nueva morfología de calles, carreteras y autopistas, la digitalización de toda la red viaria, la implementación de sensores y desarrollo de la tecnología 5G que los conectarán entre sí, por no hablar de una nueva cartografía de servicios que acabará establecimiento una nueva cultura del viaje, incluida la caracterización del parque de alojamientos turísticos, hasta ahora configurado para los automovilistas al volante.
España, como primera potencia turística mundial, debería estar ya más preparada de lo que está. En teoría, si hemos de creer en sus múltiples atractivos turísticos, que no son solamente el sol, la playa, la naturaleza, la cultura y la gastronomía, sino también sus infraestructuras públicas y privadas, desde sus hoteles hasta sus hospitales o sus universidades, este país debería encabezar la lista de los destinos mejor preparados del mundo en transporte digital. Sin embargo, a tenor de lo expuesto en el Autonomous Vehicles Readiness Index, de KPMG, en su edición 2019, España figura en 18º lugar de los países con infraestructuras adecuadas para los vehículos que circularán de modo autónomo entre 2020 y 2030, y extensivamente al final de la próxima década. Incluso ha retrocedido en 2018, como puede verse en la tabla adjunta:

Otro de los países anómalamente retrasados en la lista es el gigante chino, que lleva camino de convertirse quizá en una o dos décadas en la primera potencia global. Tal vez por esta razón, sus autoridades han dado la alerta y se disponen a afrontar un ambicioso plan para situarse en cabeza de este pelotón de vanguardia y no en el puesto 20º que ocupa actualmente. De inicio, el Gobierno chino ha decretado la construcción de una autovía innovadora que contará con carriles exclusivos para vehículos autónomos. Conectará Beijing con la nueva zona de Xiongan, en la provincia de Hebe, a unos 100 millas al suroeste de la capital. Estará abierta al tráfico bidireccional, con dos de sus ocho carriles reservados para los robots y una velocidad limitada de 100 a 120 kilómetros por hora.
Esta infraestructura inteligente, que incluirá también peajes inteligentes, estará capacitada para adquirir datos de los vehículos que circularán por ella, así como información de las características viales y meteorológicas a través de comunicación inalámbrica 5G.
Con esta iniciativa, el presidente chino Xi Jinping planea el desarrollo de Xiongan como un modelo que sirva para la digitalización de las futuras ciudades, no solamente en China, sino de todo el mundo. De hecho, esta carretera es una de las varias planificadas para la región. Un esquema de la nueva área metropolitana de Xiongan contempla la construcción de cuatro autopistas norte-sur y tres autopistas este-oeste con carriles exclusivos para vehículos robóticos que unirá Xiongan a las ciudades circundantes de Tianjin, Hebei y la capital Beijing. Además, esta conurbación futurista tendrá un ferrocarril de alta velocidad a finales de 2020.
En Estados Unidos se había evaluado inicialmente la construcción de una red viaria inteligente entre Seattle y Wisconsin, cerca de la nueva planta de Foxconn. Pero los ingenieros se muestran reacios a aceptar la necesidad de estos carriles específicos para un verdadero desarrollo de la autonomía vehicular, ya que prevén que la expansión de esta nueva modalidad de tráfico se haría en menos tiempo del que requirió la sustitución del transporte ecuestre a principios del siglo XX. En 1900 había 100.000 caballos en Nueva York. Cuando Henry Ford introdujo el popular modelo T, en 1912, los coches superaron enseguida el número de equinos que la gente utilizaba normalmente en sus desplazamientos urbanos. En 1917 fue retirado el último caballo en la ciudad.
Aun y todo, la iniciativa china de carriles exclusivos ayudarían a evitar accidentes en el periodo de transición y proporcionaría un aluvión de datos experimentales a los planificadores urbanos, que podrían replicar esta idea por todo el mundo.
Mientras tanto, Holanda lidera el desarrollo de infraestructuras para camiones sin conductor desde las que ya se empiezan a transportar flores en el denominado Corredor del Tulipán que va desde Ámsterdam a Amberes y desde Rotterdam al valle alemán del Ruhr.
Muchos se preguntan en Europa si vale la pena acelerar este desarrollo robótico cuando los primeros experimentos han dado como resultado varios muertos a causa de atropellos o alcances de vehículos. También cabe pensar que lo más difícil será hacer convivir en la red viaria el guiado inteligente de vehículos con el de humanos no siempre tan inteligentes.
China lo tiene más claro. Frente a la escasa decena de accidentes provocados por vehículos autónomos, los automóviles con humanos al volante causan unos 30 millones de accidentes en el mundo. Cada 25 segundos muere una persona en accidente de tráfico. Y, por otro lado, cuántos investigadores de laboratorio no habrían rechazado administrarse sus propios descubrimientos si no pensaran que valía la pena correr el riesgo cuando la Humanidad entera podría beneficiarse de ellos. Y lo más concluyente: ser el primero entraña siempre riesgos, pero también los laureles del podio. China está decidida a convertirse al final de la próxima década en la primera potencia turística del mundo.
Fernando Gallardo |