La dura contestación a mi artículo Mal servicio con nocturnidad y alevosía, escrito el pasado 17 de junio pero resucitado sospechosamente dos meses después, debe conducirnos a una nueva reflexión sobre el trabajo de recepcionista de hotel. No entro a valorar los numerosos exabruptos recibidos —y no publicados—, ni siquiera a criticar la dislexia contestataria de quienes se esfuerzan en la sátira de frases y ejemplos contrarios a los expuestos en el artículo. Se comprende que la ofuscación de su lectura les ha llevado a interpretar el texto en las antípodas de cómo está escrito.
Así, la befa en torno a la factibilidad de que un familiar o amigo del recepcionista acudiera en su ayuda para resolver el problema de la huésped fue iniciada sin advertir que el párrafo siguiente invalidaba tal posibilidad mediante su inicio:
Sin embargo, la solución más adecuada a este problema obliga a la previsión de todos los problemas que pudieran ocurrir en un hotel y haber almacenado, en el botiquín pertinente, aunque no preceptivo, las compresas solicitadas por ser algo de interés general y de uso bastante habitual entre los clientes de sexo distinto al del recepcionista o el encargado del almacén.
La ocurrencia a la hora de sugerirlo por mi parte no fue una banalidad, pues sucedió ante mis ojos una vez en un hotel asiático en que el recepcionista recurrió a un familiar suyo Sigue leyendo