A veces, en su entusiasmo emprendedor, los empresarios olvidan quiénes son los verdaderos dueños del negocio. Invierten con más o menos riesgo, gestionan con más o menos fortuna, producen con más o menos calidad, venden con más o menos éxito, para que luego no haya clientes que hagan valioso su esfuerzo, ¡ay! En efecto, el dueño del negocio no es otro que quien a la postre lo paga.
En la industria turística, como en todos los demás sectores económicos, se cumple a rajatabla este aforismo. Así, desde la óptica del intermediario transaccional o tecnológico, podría inferirse que la comisión por el servicio procede del huésped a través del proveedor, lo que cedería al proveedor un paradójico rol de intermediario, como intermediario es de su tributación a la Administración pública. Aunque lo que subyace culturalmente en esta transacción es que el intermediario tiene como cliente al proveedor, esto es, Booking o Expedia se deben a quien le abona la comisión, que no Sigue leyendo