En noviembre de 1893, el industrial de origen francés Edmundo Noel solicitó al Ayuntamiento de Sevilla la concesión administrativa para la fundación de una compañía de distribución eléctrica en la ciudad. Ante el retraso en su tramitación, Noel se marcha a Berlín con la intención de lograr financiación y maquinaria para su proyecto. Meses después nace la compañía Sevillana de Electricidad con la perspectiva de proveer de alumbrado público a la ciudad. Aunque su primera inversión se orienta a la firma de un contrato de suministro eléctrico con Seville Tranways Co. —una empresa de transporte urbano que en 1889 había cambiado la tracción animal por la eléctrica—, entusiasma al Ayuntamiento con un ambicioso plan financiado por el sector privado de transformación del alumbrado tradicional a gas por otro más moderno alimentado con el «fluido mágico» de la electricidad.
Sin embargo, el Ayuntamiento no se arriesgó a tomar una decisión hasta 1901, debido a las presiones de la compañía local de gas, que veía en la electricidad una amenaza a su negocio de alimentación tradicional de las farolas. Y eso que, tres décadas atrás, la gasera tuvo que afrontar también la inquina de los aceituneros, indignados con la sustitución de las farolas de aceite por gas. Pero la gorda aún estaba por venir. Durante los dos años Sigue leyendo
La globalización y el desarrollo tecnológico están transformando aceleradamente el mundo que conocemos. En múltiples foros se analizan y debaten los profundos cambios económicos que se suceden sin tiempo apenas para digerirlos. Mientras el factor trabajo cede cada día más espacio a la mecanización de los procesos y a la robotización de la industria, los poderes establecidos, incluido el financiero, asisten impávidos al nacimiento de una nueva economía colaborativa y una cultura de la gratuidad inesperada por nuestra incipiente sociedad digital.

